Más poesías de Emilio del Río

Ofrecemos en esta ocasión otros ocho poemas de don Emilio del Río Maeso, S.J., entresacados de su última antología. Comentando a este autor nos dice Luis Guillermo Alonso "es poesía: “es”, no hace, escribe, publica, presenta...es. Y cuando escribe, todo lo deja huésped en su propio jardín. Nos deja hospedados en su armonía interior. Por eso su poesía es elaborada, correcta, sentida, marcada por su persona –selecta, esencial, profunda-."

Y continúa: "Hallo presentes dos marcas muy subrayadas: soledad y silencio. Es un hombre abierto al ser de las cosas y un contemplativo abierto al interior escondido, al más allá, al más arriba.
Nos abre a otra dimensión, rescata en humanidad al hombre que lo lee."

Temblor de la rosa


Sólo la rosa es bastante frágil
 para expresar la eternidad

Claudel, Cent phrases pour éventails

Supremo... este temblor de la rosa en el alba!
La transparencia total del rocío como joyas
sobre un cuello de tallos verdes en la brisa.
Oboes de silencio y sol en la mirada inmóvil.

Clamor dulce, latido, dulce son, palabra:


ella
sinfonía
blanca sobre verde
se inclina
y
todo
el prado
 moriría de júbilo

si la viera nacida de él -en él y con él-, alzada
temblor original, indestructible pulso de lo eterno
que exclama absoluta, irremediablemente:
Estoy aquí, oh milagro, yo, Belleza!!

La gigantesca marea de los seres en que vivimos 
que nuestra pobre cabeza consigue apenas atrapar
sin agotar a la vez su propio brillo germinal,
enmudece así al filo virginal de esta rosa 
blanca luz de la tierra, hecha de asombro y beso 
alta como un suspiro vegetal en misterio...

(Pasas como otras veces sembrador de la aurora,
y el prado es todo entero un temblor de tus párpados;
pasas como la rosa y tu nombre en perfume
se vuelve -y las palabras caen como los pájaros-).

Cuando la rosa se rompe y el huracán la lleva
no podríamos saber por qué y hacia dónde, 
la rosa se nos va -y el tallo queda-: 
cuando la rosa colma su belleza suprema.
Sigue estando presente... sobre este tallo abierto?

 

Secuencia del laurel

Llegó el laurel, el enviado verde de los árboles.
Y manos de niños, y manos ágiles de muchachos
rápidamente tallaron los ramos y sujetaron con cuerdas
y la mesa quedó convertida en una peana pascual
y aún sembraron en ella el pálido brillo de los claveles rosa,
lánguidos ya del viernes del gran dolor y como
quebrados por la espera.

El agua estaba inmóvil sobre el balde brillante
antes de ser bendecida, antes de ser repartida.
Una parte tan sólo -qué es una parte del Agua?-
bendita con el óleo y con el crisma pascual
se guarda junto a la pila, como pan de alacena,
como un trozo de vida, como un fuego encerrado,
para caer a su hora sobre las tiernas cabezas
hecha alegría y poblando de pájaros las ramas;
dando a la primavera la sonrisa del cielo.

El laurel habrá cumplido su modesta misión:
habrá estado a su hora exacta para cubrir
la desnuda madera de una mesa redonda
escoltando de ramos afirmativos, puros,
el balde que figura la creación del mundo,
y en el que Dios acaba de poner una mano
haciendo con la cruz
el símbolo transparente, que unido a su Palabra
dé su grito de Pascua, y anuncie para el mundo
el comienzo secreto de las bodas de siempre.

 

       La golondrina y la mano

 

Con el esmalte azul se sobredoran
sus alas todavía, están posando
de su viaje excesivo
en la cornisa, junto a mi ventana.
Una, aquí al lado
sobre el vientre de plumas, al sol blanco:
tiendo solo la mano, y queda presa. 
 
Qué tierno grito doble! Vuelan todas 
con notas divididas 
y revuelan y vuelven al momento 
en la ignorancia azul. 
Se queda 
callada entre mi mano. Y mira 
con recuerdo de nido y me interroga 
feliz casi en la espera. 
 
Qué haré contigo, gozo cristalino? 
 
Basta tensar los músculos y quedas 
en tu dudoso nido terminada. 
Y los vientos quizá estarán más tristes. 
Y el cielo quedará con triple ausencia 
de tu blanco y tu negro, gota de agua, 
de tu grito de música y de mieles, 
y de tu vuelo, combadora mágica 
de círculos abiertos. 
 
Hay nidos, vuelos, noche, aurora... o nada? 
La he soltado. Se lanza en vuelo vivo 
recta subiendo en el azul. La pierdo, 
mezclada en la bandada. Y yo me quedo 
no sé si más sin ella o más con ella. 
Casi mientras la tuve no la tuve. 
Pues, qué es la golondrina sin el vuelo? 
Ya ha vuelto 
a tejer en los aires la madeja 
que no deja ni rastro. 
Y el alma queda algo más blanca. 
 
Adiós, le digo. (Y oigo: -Hasta la muerte). 
 
Cuando caigas, tus nidos, tierra santa, 
quedarán en aleros esperándote. 
Y habrá otras voces, como tú de puras 
dando al mundo la voz del paraíso. 
 
Te he dado a luz en mi querer ahora...? 
 
Canta, canta, revuela incontenible, 
sorpresa matinal, arpa que ignora; 
sólo ser con la luz, dormirse luego. 
Despierta al hombre, grito de alegría, 
contigo hacia el azul, maravillosa 
mensajera del día que iremos a vivir! 
 
Y cuando mueras, y en la luz te seques, 
y te traslade el viento desolado... 
yo habré llorado, en gozo, por tu vida 
tenida entre mis manos y en mi alma 

 

Una barca muy blanca

Una barca muy blanca: La estoy viendo 
en esta bruma azul, que se adivina, 
más allá de este mar, en la divina 
sombra donde los hombres van huyendo. 
 
Una barca muy blanca. Se está yendo 
sobre el amargo mar, y se encamina 
más allá de este mar, en repentina 
quietud las blancas alas extendiendo. 
 
Una barca muy blanca va riendo, 
suelta de tierra y mar y serenada, 
pañuelo blanco por la bruma en vuelo. 
 
Una barca muy blanca va subiendo, 
un poquito de tierra enamorada, 
la blanca nubecilla por el cielo. 

 

Este libro miniado

Este libro miniado 
            que los pájaros leen sobre la tersa 
                                                                       página 
            decorada con flores y lagartos 
con su gran letra oscura decorada de cueva 
            y el silencio enterrado 
                                    en las colinas 
           de sus constelaciones 
                                     de notas 
                                                  gregorianas 
 
alguien suave lo cierra 
                                    cuando llega la noche 
           las dobles grandes tapas 
                                    sobre el atril del valle 
 
y la alta maravilla que ilumina cerrado 
           el volumen del mundo 
                                   las pálidas estrellas 
           abren entonces su alto pentagrama 
                                                 sideral 
                         con tan fuerte 
                                                 silencio 
           que aun dormidas las aves 
                        se estremecen. 

 

Girasol gira


las llamas amarillas que circundan
el cráter-polen elevado
                                     apenas ensombrecen
de parciales penumbras la caldera
de estambres y pistilos, donde vienen
y van abejas rubio-vuelo, avispas rosa
rodantes en la luz, el aire, el día...
                                                              Todo calla
al borde del maizal.
                                         Todo es estanque quedo
lo tomas en la voz lo configuras
la abrazas en la brisa de esta vivo
giras 
             sencillamente 
                                         tras el leve 
impulso de la luz
                                        y todo queda
en no sé qué silencio 
                                                     azul y sabes
que no estás solo y que te llama
                          el Día.

 

Morera y vida

Valor, batalla, sombra, espacio 
por todas partes parece moteado a sangre 
del dulce fruto negro y rojo. 
El árbol queda abierto bajo el sol. Los siglos 
son un peso tan fuerte que parecen 
inclinarlo a la tierra del final. Pero vence 
con su afirmada resistencia al tiempo 
            en este afuera 
del Ser del todo en Sí que siempre vive. 
 
Un árbol, solo un árbol, se estremece. 
 
Grandes muñones, troncos, muestran huecos 
de grandes ramas que no son ahora. 
¿Así a trozos se quema toda vida? 
En la base un vacío grande y negro 
señala tiempo de morir: un día 
             caerá derrotado 
-da lo mismo si el hacha, el rayo, el viento- 
y esta enorme belleza, esta VIDA de un árbol 
entregará a la tierra briznas-ramas 
al fuego, al tiempo, al viento- 
y en polvo variadísimo, en el perenne 
temporal torbellino irá disuelto, 
hacia el derrumbamiento, acabamiento... 
Pero, todo el impulso del ramaje 
del corazón-celeste-florecido en espera 
del más allá de todo fin 
                                         ofrece 
el parto azul del día en la promesa: 
            Cristo, 
sellando con su muerte Vida. 
 

 

  Nieva nieve

Cae toda la nieve de los cielos 
del corazón del aire, de la Gracia 
que llueve desde Dios, dentro callado. 
Calla y cae. Es inmensa la manada 
de copos, de corderos y silencio. 
Se siguen y descienden solamente... 
Nada, como de Dios, dice su nombre. 
¿Nieve? Mirar, mirarlo solamente. 
Un grito de algún niño con asombro. 
Ella sigue cayendo, flor, cascada; 
la dejas descender como sin peso 
sobre la tierra en luchas y en estragos 
de hambres, de guerras y de destrucciones 
del poder que estrangula. Desde el tiempo 
de Noé, preparado para el arca. 
Viene cayendo el mundo, blanco, blanco, 
como mano de pan y de ternura 
sin nombre, que no puede pronunciarse 
el nombre, como nieve, sin mancharlo. 
Según escribo se van espaciando 
los copos, aunque siguen; y me callo. 
¡No manchar la blancura tuya, Nieve! 

19.2.2003